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lunes, 12 de mayo de 2025


Bienvenidos a mi blog de viajes! Soy Pablo y aquí comparto mis aventuras por diferentes ciudades del mundo. Disfruta de las fotos, curiosidades y recomendaciones para cada destino.

 



París, Francia

La ciudad del amor, la luz y la elegancia.

Lo que me encantó: La Torre Eiffel, el Sena al atardecer y los croissants.

París es puro encanto. Es una ciudad elegante, con un aire romántico que se nota en cada rincón. Caminar por sus calles es como estar en una postal constante: los edificios con balcones de hierro forjado, las panaderías con olor a croissants, los músicos tocando junto al Sena... todo tiene un toque especial.

Obviamente fui a los típicos sitios: la Torre Eiffel, el Louvre, Notre-Dame, Montmartre... y sí, son turísticos, pero también impresionan de verdad. Subir a lo alto de la torre y ver la ciudad iluminada por la noche es algo que no se olvida.

Lo que más me gustó fue simplemente pasear sin rumbo. París tiene ese don de sorprenderte en cada esquina con una plaza bonita, una librería antigua, o una terraza donde sentarte con un café y ver pasar la vida.

La comida, cómo no, una maravilla. Desde crepes callejeros hasta quesos, vinos, pasteles… ¡comía todo el día! Y aunque dicen que los parisinos son algo secos, si les hablas con una sonrisa y respeto, se abren y son majísimos.

En resumen: París tiene magia. No es una ciudad para correr, sino para saborearla poco a poco, como un buen vino o una canción bonita.





Roma, Italia

Una ciudad museo al aire libre.

Lo que me encantó: El Coliseo, la Fontana di Trevi y la pasta carbonara.

He estado en Romo, ese barrio de Getxo, y la verdad es que me sorprendió bastante. Tiene ese aire de zona residencial tranquila, pero con mucho movimiento local. Las calles están llenas de vida, sobre todo cerca de la plaza Santa Eugenia, donde se nota el ambiente de barrio: niños jugando, gente mayor charlando en bancos, y bares con terraza donde te sirven unos pintxos buenísimos.

Una de las cosas que más me gustaron fue la cercanía al mar. Desde Romo puedes ir andando hasta la playa de Las Arenas o el Puente Colgante, que es una pasada. Y si te gusta caminar, puedes hacer el paseo marítimo hasta el puerto viejo de Algorta, que tiene un encanto increíble.

La gente allí me pareció muy amable, y aunque no es un sitio turístico como tal, tiene ese encanto de los lugares auténticos. No es el típico sitio que aparece en las guías, pero precisamente por eso te sientes más como un local que como un visitante.

En resumen, si buscas algo relajado, auténtico y con buen ambiente vasco, Romo mola. No es espectacular, pero tiene alma.





Tokio, Japón

Futurista, tradicional y vibrante.

Lo que me encantó: Los templos, la tecnología y el sushi.

Buah, Tokio es una locura total! Nada que ver con Romo, claro. Es una ciudad enorme, llena de luces, gente, ruido... pero a la vez todo funciona como un reloj. Me flipó cómo puede ser tan caótica y ordenada al mismo tiempo.

Estuve en Shibuya, y cruzar ese paso de peatones con cientos de personas fue como estar dentro de una película. Luego tienes barrios como Asakusa, con sus templos tradicionales y ese aire más antiguo, y otros como Akihabara, que es un paraíso si te mola la tecnología, el anime o los videojuegos. Literalmente hay edificios enteros solo de máquinas recreativas o tiendas frikis.

Lo que más me impresionó fue la educación de la gente y lo limpio que está todo, incluso sin papeleras por la calle. Y la comida… ¡espectacular! Ramen, sushi, takoyaki, mochi… Comí como un rey y a precios razonables si sabes dónde buscar.

También te digo, Tokio puede ser un poco agobiante si no te gustan las multitudes o el ritmo rápido. Pero si te gusta descubrir cosas nuevas a cada paso, es un lugar alucinante.

En resumen, Tokio es como estar en otro planeta, pero en el buen sentido. Es uno de esos sitios que te cambian la forma de ver el mundo.





Nueva York, EE.UU.

La ciudad que nunca duerme.

Lo que me encantó: Times Square, Central Park y los musicales de Broadway.

Nueva York es una pasada. Es como estar dentro de un decorado gigante de cine, porque todo te suena: los taxis amarillos, los rascacielos, Central Park, Times Square... Lo has visto mil veces en pelis, pero estar allí es otro rollo. Todo es a lo grande, desde los edificios hasta las porciones de pizza.

Me gustó muchísimo lo diversa que es la ciudad. En un mismo día puedes desayunar en un diner típico americano, comer ramen en Chinatown y cenar falafel en el barrio árabe. Hay gente de todos los países y culturas, y eso se nota en el ambiente.

Caminar por Manhattan es increíble, pero también me flipó cruzar el puente de Brooklyn al atardecer, o perderme por barrios como Williamsburg en Brooklyn, que tiene un rollo más alternativo y menos turístico.

Eso sí, es una ciudad intensa. Todo va rápido, hay ruido todo el tiempo, y es carísima. Pero tiene una energía que te engancha. Es como si todo pudiera pasar allí. Y si subes al Empire State o al Top of the Rock y ves la ciudad desde arriba… te quedas sin palabras.

En resumen: Nueva York no es solo una ciudad, es una experiencia. Es de esos sitios que te dejan huella, aunque solo estés unos días.





Gracias por leerme. ¡Nos vemos en el próximo destino!




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